viernes, 29 de marzo de 2019

35 REFUGIADOS VENEZOLANOS


Este es Luis, venezolano emigrado a Colombia.
Éste vende refrescos en la carretera.
Estos jóvenes salieron de Venezuela hacía unos días. Nos pidieron unas monedas. Estaban juntando dinero para comprarse un billete de bus hacia Ecuador.
La frontera de Venezuela está cerca. Los emigrantes avanzan por las cunetas..
Ella se llamaba Lucy, venezolana. Vivía en una ciudad de tamaño medio en la zona de Los Llanos. Estaba casada con Luis y tenía un bebé. Las cosas se pusieron feas en el país de manera que temían no poder dar la alimentación adecuada a su hijito porque en las tiendas faltaba hasta la leche, entonces decidió cruzar la frontera con su bebé hacia el país vecino, Colombia. Tenía un hermano que ya había hecho lo mismo unos años antes y había conseguido levantar una pequeña granja de pollos en el norte de Colombia. Allí se dirigió. Estuvo trabajando unos meses hasta que el dueño de un camping con bungalows cercano le ofreció trabajo con la condición de que se trajera a su marido. Le mandó carta a su pareja con varias fotos del lugar. Como quiera que Luis tenía gran afición al campo y a la agricultura, al ver la belleza del lugar, rodeado de cafetales y árboles de todo tipo, no lo dudó. Se presentó allí y comenzaron a administrar el hostal-camping. Luis había realizado muchos tipos de trabajos, mecánico, carpintero, agricultor, conductor,… Ahora era feliz. Al menos, de momento, no tenía intención de volver a Venezuela.
Esta es una breve historia de unos de los muchos venezolanos que se han visto forzados a abandonar su tierra natal por la situación político-económica de su país. Te los encuentras por las carreteras, en las gasolineras, subidos en los camiones, andando por los campos a veces con carritos para transportar sus escasas posesiones, a veces con carrito de bebé. Te piden agua, comida o una moneda para pagarse una ducha o para comprar un billete de autobús hasta la siguiente frontera, Ecuador, Perú, Chile o Argentina.
Nuestro campamento con vistas a la ciudad de Bucaramanga.
Carretera colombiana de montaña.
Todavía se ven algunos camiones PEGASO por las carreteras colombianas. 

jueves, 7 de marzo de 2019

34 COLOMBIA CENTRAL


Con Elsa y Natalia, a la derecha.
¿Cómo ir a Bogotá y no visitar el museo Botero?
Vista de Bogotá desde el cerro Monserrate.
En Colombia hay una zona que se llama Eje Cafetero. Allí está el valle de Cocora donde crecen las palmeras más altas del mundo, 60m.

Las grandes ciudades a veces se nos atragantan. El tráfico, la inseguridad, el aparcamiento,… Bogotá tiene 8 millones de habitantes, casi el doble que Madrid, sin embargo, esta vez hemos caído en las manos de Elsa, amiga de Cristina Buraya, y nos ha dado alojamiento, aparcamiento, alimento, transporte, miles de consejos y mucho mucho cariño. Debido a ello, y también a las atenciones de su hija Natalia, hemos podido disfrutar de unos días inolvidables en la capital de Colombia. Además hemos conocido a sus otras hijas Mariana y Poli, así hemos conocido de primera mano el estilo de vida de los colombianos, un lujo no al alcance de cualquiera. Gracias Elsa y familia.
Desde allí, conduciendo por las buenas y bellas carreteras colombianas, seguimos avanzando hacia el norte, hacia el Caribe. Allí nos esperan ese mar de color esmeralda con sus playas paradisíacas y el puerto de Cartagena, donde debemos embarcar la furgoneta para pasarla a Panamá. Los Andes nos siguen haciendo compañía y nos regalan paisajes extraordinarios, tormentas espectaculares y temperaturas deliciosas, sin mosquitos. Todo ello aderezado con la buena disposición de los locales, su alegría y amabilidad. Al ver nuestra furgo con matrícula española se quedan sorprendidos, nos preguntan de dónde somos, quieren saber cómo ha llegado el vehículo a Sudamérica, y miran el interior del vehículo con curiosidad. Para los de aquí, somos un exotismo.
Villa de Leyva, localidad de estilo colonial perfectamente rehabilitada y conservada. Dicen que su plaza es la más grande de todo Suramérica
La Casa de Terracota, cerca de Villa de Leyva. Al parecer la arcilla se iba cociendo in situ, se horneaba poco a poco y así iban creciendo los muros hacia arriba. Es obra de un arquitecto colombiano.
Seguimos viajando por los Andes.
Este es uno de los hoteles en los que nos alojamos de cuando en cuando. 12 euros la doble. Muchos días Ale y Yo compartimos un menú que cuesta 3 euros, por tanto, comemos por 1,5 euros cada uno. En general la vida en Colombia es muy barata, también en Ecuador, Perú y Bolivia