Viajar con tu propio vehículo es un placer, vas a donde
quieres a la hora que quieres, paras donde te apetece, prosigues el viaje
cuando quieres, etc, es inútil hacer un inventario de ventajas porque todos
vosotros sabéis lo versátil que es disponer de tu coche a la hora de viajar.
Sin embargo, a veces todo se tuerce y deseas tirar tu medio de locomoción a un
barranco. Exagero un poco, pero algo parecido pasó por mi mente cuando nos pasó
el incidente que ahora paso a relatar.
Llevamos la furgoneta al mejor taller de Guayaquil para
hacer la alineación de las ruedas, algo imprescindible después de haber tocado
las suspensiones delanteras. Todo bien, los del taller estaban muy orgullosos
de poseer una máquina italiana de última generación. Dejaron la furgo perfecta.
Sólo fallaron a la hora de apretar las ruedas. SE DEJARON UNA SIN APRETAR. Nos
dimos cuenta al día siguiente, camino de la playa. Al principio notamos un
ruido extraño, muy leve, después fue aumentando. Nos tiramos al suelo buscando
la fuente del sonido, sin éxito. Seguimos avanzando con el ruido cada vez más
fuerte, volvimos a inspeccionar por todos lados pero no dábamos con el fallo.
Buscamos un foso para poder ver los bajos del vehículo. Yo ya estaba
preparándome para lo peor, me imaginaba averías graves de todo tipo, palieres,
caja de cambio, rodamientos, … ya veía el viaje medio chafado. Al rato
encontramos un foso y el señor del lugar se dio cuenta de la avería. Había
tuercas de la rueda delantera izquierda que se podían desenroscar con la mano.
Apretamos los cinco tornillos y el sonido desapareció. Por suerte nada se había
estropeado. La hippie recuperó una de
sus virtudes principales que es el rodar suave y silenciosa.
Me acordé del taller de Guayaquil, de los mecánicos y de todas
sus familias.
En fin, gajes del oficio.
Un muchacho italiano tenía su máquina de café montada en esta bicicleta. |
Llegamos a la playa, a Puerto López, lugar poco desarrollado
con una playa soberbia. De allí a San Pablo a almorzar menú por 2,5 dólares,
fantástico, y finalmente a Guayaquil a pasar la noche antes de encaminarnos a
la bella ciudad de Cuenca. Se acabó el calor sofocante de Guayaquil. También
los mosquitos, porque Cuenca está en los
Andes a 2500 m de altura.
La bella ciudad de Cuenca. Como si fuera una ciudad española. |
Ruinas incas de Ingapirca. |
Siempre me ha impresionado el encaje perfecto de las piedras de las construcciones ceremoniales de los incas. No hay mortero ni argamasa entre ellas. |
Menos mal que no fue el bulón. Porque el bulón cuando coge vicio te causa un buen estropicio...
ResponderEliminar...y si se joroba el perno, el viaje se vuelve un infierno
ResponderEliminarPedazo de poeta, cuidado con la bragueta.
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