lunes, 11 de febrero de 2019

32 SUSTO MECÁNICO


Viajar con tu propio vehículo es un placer, vas a donde quieres a la hora que quieres, paras donde te apetece, prosigues el viaje cuando quieres, etc, es inútil hacer un inventario de ventajas porque todos vosotros sabéis lo versátil que es disponer de tu coche a la hora de viajar. Sin embargo, a veces todo se tuerce y deseas tirar tu medio de locomoción a un barranco. Exagero un poco, pero algo parecido pasó por mi mente cuando nos pasó el incidente que ahora paso a relatar.
Llevamos la furgoneta al mejor taller de Guayaquil para hacer la alineación de las ruedas, algo imprescindible después de haber tocado las suspensiones delanteras. Todo bien, los del taller estaban muy orgullosos de poseer una máquina italiana de última generación. Dejaron la furgo perfecta. Sólo fallaron a la hora de apretar las ruedas. SE DEJARON UNA SIN APRETAR. Nos dimos cuenta al día siguiente, camino de la playa. Al principio notamos un ruido extraño, muy leve, después fue aumentando. Nos tiramos al suelo buscando la fuente del sonido, sin éxito. Seguimos avanzando con el ruido cada vez más fuerte, volvimos a inspeccionar por todos lados pero no dábamos con el fallo. Buscamos un foso para poder ver los bajos del vehículo. Yo ya estaba preparándome para lo peor, me imaginaba averías graves de todo tipo, palieres, caja de cambio, rodamientos, … ya veía el viaje medio chafado. Al rato encontramos un foso y el señor del lugar se dio cuenta de la avería. Había tuercas de la rueda delantera izquierda que se podían desenroscar con la mano. Apretamos los cinco tornillos y el sonido desapareció. Por suerte nada se había estropeado. La hippie recuperó una de sus virtudes principales que es el rodar suave y silenciosa.
Me acordé del taller de Guayaquil, de los mecánicos y de todas sus familias.
En fin, gajes del oficio.
Un muchacho italiano tenía su máquina de café montada en esta bicicleta.
La máquina se llama AEROEXPRESS. Bombea aire al bajar las dos palancas que se ven a cada lado. Según él, al bombear aire en vez de agua caliente, se conserva mejor el aroma y se evita que el café se queme, cosa que a veces pasa con las máquinas convencionales.
Llegamos a la playa, a Puerto López, lugar poco desarrollado con una playa soberbia. De allí a San Pablo a almorzar menú por 2,5 dólares, fantástico, y finalmente a Guayaquil a pasar la noche antes de encaminarnos a la bella ciudad de Cuenca. Se acabó el calor sofocante de Guayaquil. También los mosquitos, porque Cuenca está en los Andes a 2500 m de altura.
La bella ciudad de Cuenca. Como si fuera una ciudad española.
Nuestra habitación de hotel en Cuenca, Ecuador. Perdonad que salga yo casi siempre en las fotos, Alegría no quiere salir. Parezco Joaquín Sabina, siempre hablando de él en sus canciones, siempre protagonista.
Ruinas incas de Ingapirca.
Siempre me ha impresionado el encaje perfecto de las piedras de las construcciones ceremoniales de los incas. No hay mortero ni argamasa entre ellas. 

3 comentarios:

  1. Menos mal que no fue el bulón. Porque el bulón cuando coge vicio te causa un buen estropicio...

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  2. ...y si se joroba el perno, el viaje se vuelve un infierno

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