Escrito en Sucre, Bolivia, el 17 de Febrero de 2018
Él se llamaba Alonso,
ella Génesis. Jovencitos chilenos que viajaban por su país con una furgoneta
pequeña en la cual habían adaptado una cama. Habían trabajado meses para
ahorrar dinero y poder recorrer la carretera austral. Economía ajustadita.
Cuando llegaron a Punta Arenas, en la Tierra de Fuego chilena necesitaban
trabajar para recuperar liquidez, se habían quedado casi sin dinero. Él
encontró un empleo limpiando las calles, ella en un supermercado. Hasta recibir
sus sueldos lo pasaron muy mal. Dormían en la furgoneta, con una meteorología
propia de esas tierras australes, es decir: frío, viento, aguanieve,… Su vida
se reducía a trabajar y refugiarse en el pequeño vehículo. Un día llegó la
policía con malos modales a decirles que no podían estacionar y dormir en la
costanera (paseo marítimo). Fueron a la comisaría a poner una reclamación por
el trato recibido por los agentes, pero se toparon con la mafia policial. “Ahora
no está el funcionario que debe atenderles”, “ no tenemos formularios” y
excusas de ese tipo. Al final, después de varios intentos abandonaron la idea.
Un día, el jefe de
Alonso le dijo que limpiara de hierbas la acera de una calle. Al rato salió una
mujer mayor y se dirigió al joven:
-Hola, ¿Es usted quién
ha cortado la hierba de la acera frente a mi casa?
-Sí señora, respondió
Alonso temeroso, esperando una queja.
Entonces la señora
alargó su mano con un billete de 1000 pesos chilenos.
-¡Por fin alguien ha
tenido el detalle de adecentar la acera! Gracias joven.
Aquel dinerillo dio
algo de oxígeno a la pareja, casi en bancarrota.
Pasaron unos cuantos
días y necesitaban una ducha desesperadamente. Entonces se acercaron a la casa
de la mujer:
-Hola. Tenemos que
pedirle un favor; necesitamos ducharnos, ¿Podríamos ducharnos en su casa aunque
sea pagando, por favor?
-Por supuesto, pasad y
ducharos.
La mujer no sólo no
les cobró por la ducha sino que les invitó a merendar.
Pasaron las semanas y
su situación cambió mucho cuando una compañera de trabajo de Génesis invitó a
la pareja a un cumpleaños. Allí conocieron a otra amiga que les ofreció
alojamiento y manutención.
Antes estaban deseosos
de salir corriendo de Punta Arenas, al final estaban tan a gusto que no les
apetecía abandonar esa ciudad austral.
Alonso y Génesis coincidieron con nosotros el año pasado
cuando recorríamos la carretera austral de Chile. Viajamos juntos con nuestras
furgonetas el tramo final. Despertaron en nosotros un gran afecto porque eran
jóvenes, aventureros, amables, educados, excelentes personas y viajaban con una
ilusión y una alegría que contagiaban. Fue un placer estar con ellos aquellos
días.